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En este blog suelo hablar de las sorpresas y decepciones que se dan cuando uno compra un libro llevado por la curiosidad. Algo tan injustificado como un título sonoro o una portada atractiva son el desencadenante de una compra y una inversión de tiempo muchas veces frustrantes. Pero no ha sido el caso de este libro (saga). No sé por qué lo compré. Sería cosa del título, o de la portada, no consigo recordarlo. Me llevé el libro a casa y… Me enganchó sin más. Tampoco me parecía ninguna maravilla. Un título pasable. Pero de repente nuestro protagonista se enfrenta con gigante surgido del bosque. Y el relato era tan maravilloso, tan vívido, que me caló. Puedo deciros que recuerdo exactamente el momento en el que leía esos párrafos, y no es algo que pueda decir de muchos libros, incluidos aquellos que me gustan mucho. A partir de ese momento me encontraba ya sumergido en el mundo que Farland ha creado para esta saga.
El argumento no es el más original. Ya casi parece que nunca lo serán, ¿verdad? Pero el desarrollo de las ideas de Farland, cómo explica y enriquece este universo lleno de magia y épica, es una delicia. La trama te engancha, los personajes te caen bien, te interesas por ellos y te preocupas por las amenazas que surgen en sus caminos. Eso ya de por sí es todo un mérito: el buen ritmo, la solidez de personajes, la historia emocionante… Pero voy a destacar algo de Farland que ha hecho de la lectura de este primer libro de Los Señores de las Runas algo especial. No me atrevería llamarlo “destellos”, porque me suena peyorativo de alguna manera. Pero los voy a llamar “puntos de interés”. El autor introduce algunos momentos tan épicos, tan acertados en sus descripciones, que incluso parece que el tiempo pasa más despacio para el lector. Os mencionaba esa primera aparición de un gigante, pero existen otros pocos, que salpican el libro y que de alguna manera sirven de punto de inflexión para la trama. No funcionan tanto como “bisagras”, como de vértices de parábolas, esos puntos en los que la historia deja de ir en una dirección para ir en otra, de manera suave y gradual, pero evidente: una huída, la muerte de un hechicero, un duelo a muere o a un ajusticiamiento… Son momentos claves que se quedan en la mente del lector. Hay pocas obras que consigan eso (y estoy hablado obras como el Señor de los Anillos y algunas de sus pasajes más famosos).
Así que lo que tengo que deciros sobre Los Señores de las Runas es poco. Y es bueno. Disfruta este libro, lector. Así, sin más. Una aventura que se lee de un tirón, que es divertida y que está ahí, en las estanterías de las librerías sin hacer mucho ruido y que merece un sitio entre las obras de culto del género.