miércoles, 23 de febrero de 2011

Cuando se Abrió el Abismo, de Carlos F. Castrosín ***


Santiago Marchena vive una vida en línea recta, aburridamente previsible, con un principio y un final anodinos.
Mientras trabaja como ingeniero, a cientos de metros bajo el Estrecho de Gibraltar, en la construcción del larguísimo túnel que habrá de unir África con Europa, sobreviene un terrible terremoto que destruye todo: los volquetes, la tuneladora, a sus compañeros, la línea recta aburridamente previsible Así comienza esta epopeya, las mil y una aventuras en que, a partir de ese instante, el joven ingeniero se verá envuelto, tratando de ponerse a salvo del cataclismo que se acaba de producir, llegando a lugares nunca antes imaginados por él.  


La respuesta Steampunk a “Alicia en el País de las Maravillas” o “El Mago de Oz” está en las páginas de esta novela, que desde las quitan página te llevará a un mundo fantástico donde grandes imperios compiten por territorios y por avances técnicos. El joven ingeniero Marchena se verá arrastrado, desde su excavación en el Estrecho del Gibraltar a un mundo que no es, en absoluto, como nos han contado.
Esta premisa me atrapó y me retuvo durante dos tercios del libro. Ésta es una reseña difícil, un título que sufre lo que yo llamo “Síndrome de Philip K. Dick”, esto es: una sobrada de encantos y que engancha el lector hasta que según llegamos al final, nos encontramos con una desconcertante situación.

Pero no quiero adelantar acontecimientos. “Cuando se abrió el abismo” engancha enseguida. Si bien el principio es un tanto torpe y lleva al lector a una situación incómoda, el descubrimientos de nuevos mundos siempre tiene una capacidad de seducción nada desdeñable. Así que el lector se dejará llevar, y si ignora sus instintos, no verá el cartón de la novela. Y es que desde que nuestro protagonista despierta en un nuevo mundo, vemos que ahí hay trampa. Y la hay, sin duda, tampoco creo que el autor trate de maquillarla. Ahora, que esa trampa sea la que el lector espera…

El nuevo mundo en el que despierta Santiago Marchena está lleno de maravillas y aventuras. Explorar este mundo “steampunk” es el punto fuerte de este libro. Las descripciones son ágiles y detalladas y se enhebran muy bien con la acción. Sus singularidades y peculiaridades seducirán al lector. En comparación, la construcción de personajes parecen mucho menos sólidas, si exceptuamos a algunos de los personajes principales. En general, el desarrollo de los protagonistas es irregular, y durante su evolución uno puede identificarlos fácilmente como los resortes de esa trampa de la que hablaba antes.

En cualquier caso, y dentro de la convención de que esta es una novela de entretenimiento y de consumo rápido cuya finalidad es la de entretener, “cuando se abrió el Abismo cumple” con creces estas expectativas. Los pasajes de acción se suceden con naturalidad y tienen bastante garra. El escenario es atractivo y el misterio de fondo sobre la verdadera naturaleza de la extraña situación de nuestro protagonista siempre nos invita a seguir con el libro.

Todo correcto hasta que según nos acercamos al final del libro, y son dar mayor detalle, el autor da un salto con tirabuzón y, realizando un complicada pirueta, incluye un elemento totalmente discordante con la evolución de su novela. La aparición de cierto personaje significará el detonante de una reacción en cadena hasta el final de la novela que resultan totalmente incoherentes dentro del contexto de la misma.

El efecto sobre el lector no es otro que el de desapego total con lo que estaba leyendo, como si un error de imprenta hubiera introducido, al final de su novela, los capítulos finales de un título completamente diferente. Será este desconcierto el que hará que el lector termine el libro. La búsqueda de una explicación a esa situación tan frustrante culminará con la trampa cerrándose sobre el lector, que sin duda (y a pesar) de las nuevas y extrañas variantes introducidas, reconocerá que sus sospechas eran ciertas.

Con otro título, esta situación hubiera conseguido restar enteros a su valoración: un libro estupendo que por un inexplicable golpe de timón del autor, termina siendo un previsible suma de sinsentidos. Como esas películas en las que al final, el protagonista despierta y todo ha sido un sueño. Pero Carlos F. Castrosín todavía tenía una sorpresa, eso sí, también desconcertante, para los últimos párrafos del libro, que puestos a rizar el rizo, parece que se reconcilia con el lector, como guiñando un ojo y que invita a entrar al juego.

Cuando se abrió el abismo es una novela interesante, extraña y divertida. Ciertamente previsible y con más cartón piedra del que nos gustaría, pero con una inexplicable personalidad y carisma que se ganará las simpatías del lector.

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