lunes, 8 de febrero de 2010

El Libro del Cementerio, de Neil Gaiman **

Escuchad esta trágica historia: una familia que duerme, un asesino sin compasión y una criatura aventurera, un huérfano que escapa de la muerte. ¿O no?
El pequeño escapa del peligro y consigue gatear hasta lo más alto de la colina. Detrás de la valla que se encuentra, existe un lugar oscuro y tranquilo, un cementerio lleno de una vida especial.
El niño es recibido allí donde los muertos no duermen y todos los que allí habitan deciden brindarle su protección, porque fuera, tras la valla que separa a la ciudad de sus fantasmas, el asesino vil espera pacientemente.
El niño sin padres, sin lugar en el mundo, sin nombre, será acogido por los espíritus amables, que hacen un pacto para protegerlo. Lo llamarán Nadie, porque no se parece a nadie más que a sí mismo. Será Nad para sus “padres”, Nad para sus compañeros de juegos, niños que nunca más crecerán, Nad para su mentor. Y Nadie para el hombre que lo busca para matarlo.


No lo entiendo. Gaiman es el autor de cuentos moderno de más talento. O eso pienso yo. Y lo hago porque sus libros así me lo hacen pensar, de American Gods a Stardust (personalmente, considero éste último libro como La Princesa Prometida de la nueva generación). Así que con la expectación que estaba creando este Libro del Cementerio desde su publicación en Inglés sólo podía esperar otra maravilla de Mr. Gaiman. Pero, las buenas críticas y los premios han chocado de bruces con una lectura entretenida sin más. Vamos, que yo no he encontrado la supuesta nueva obra maestra por ninguna parte.
 
Sí, el libro se deja leer, rápido y sencillo. Pero no veo pero ninguna parte qué lo hace destacar sobre la gran cantidad de títulos juveniles que llenan las estanterías de las librerías. La historia es entretenida, pero no deja de ser anecdótica. ¡Y eso que el libro está salpicado de un montón de buenas ideas! Es como si el bueno de Gaiman hubiera intentado sintetizar una saga a lo Harry Potter en un solo tomo (y no especialmente grueso). Ahí tenemos una historia misteriosa historia con un joven protagonista, en un mundo mágico y lleno de poderes. Un malo realmente atractivo. Un interés romántico. Y un universo lleno de secundarios y situaciones que podrían protagonizar su propio libro dentro de una saga. Pero Gaiman los ha resumido todos y los ha guardado entre 300 escasas páginas. y es una pena, porque si Gaiman hace bien una cosa, además de contar cuentos, es recontar cuentos ya viejos. Y aquí tenemos vampiros, ángeles, druidas celtas, fantasmas, gremios de asesinos… Por cada idea que Gaiman presentaba en un capítulo, yo pensaba: “Ojala escribiera un libro sólo sobre esta idea”. Y así, un capítulo, otro, otro… Hasta llegar a un final, que, maldita sea, es tan predecible que le hace a uno sospechar que Gaiman tenía muchas ganas de quitarse el libro de encima.
 Tal vez Gaiman ha dado salida a algún viejo proyecto que guardaba en un cajón y que no sabía muy bien por dónde llevar. En cualquier caso, un libro de Gaiman está por encima de la media: sus fluidos, entretenidos, divertidos y un poco (sólo un poco) siniestros. Un libro estupendo para una tarde de lluvia. Pero a Gaiman se le debe exigir siempre un poquito más que a los demás, y medido por su propio rasero, esta vez no ha llegado a lo que podríamos esperar de él. Una pena.

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