lunes, 9 de mayo de 2011

Starship: Motín, de Mike Resnick ****


Es el año 1966 de la Era Galáctica, unos tres mil años en el futuro, y la República está en guerra con la Federación Teroni, una alianza de razas resentidas por el crecimiento militar y económico de los humanos. Aunque los principales escenarios de batalla están en el Brazo Espiral y en el Núcleo Galáctico, en la lejana Periferia, la Theodore Rossevelt es una de las tres naves encargadas de proteger el Cúmulo del Fénix, un grupo de setenta y tres planetas habitados.

Vieja y maltrecha, y con unos sistemas de defensa obsoletos, la Teddy R. habría sido retirada del servicio años atrás si el universo no estuviera en guerra. Su tripulación está formada por rebeldes reformados, militares indisciplinados y unos pocos soldados rasos. Pero un nuevo oficial ha sido transferido a la Teddy R. Su nombre es Wilson Cole, y le acompaña una reputación de heroísmo y desobediencia. Debido a su indisciplina se le ha retirado el mando de su nave y su tripulación en dos ocasiones.


Ahora ha sido desterrado a la Teddy R., donde será un simple segundo oficial, bajo el mando del capitán Makeo Fujiama y la comandante Podok, una temible polonoi. Pero Wilson Cole no es el tipo de hombre que se quedaría sentado mientras el resto de la galaxia está en guerra.


Que gran sorpresa. Ha llegado sin hacer mucho ruido. Yo me lo llevé a casa por aquella etiqueta de “scpace opera” que le ponían en la web de la editorial  y la verdad es que he disfrutado con su lectura. No, no es la obra cumbre de la ciencia-ficción. Ni falta que hace. Porque lo que a STARSHIP: MOTÍN le falta de genial, lo tiene de divertido.

MOTÍN es el primer libro de la saga STARSHIP. Wilson Cole es un héroe de la guerra galáctica, pero también ha pisoteado algún que otro ego del alto mando de la Armada de la República. Por ello, es transferido a la nave Teddy Roosevelt, una antigualla alejada del frente de guerra contra la Federación Teroni y donde el ejército echa a todos sus elementos incómodos (o indeseables). Pero la acción está allí donde está Cole y su nuevo destino no será nada tranquilo. Mal que le pese. No os cuento cómo termina el libro, pero yo quiero más. Quiero más viajes de Teddy Roosevelt y su tripulación.

¿Por qué me ha gustado tanto?  Para empezar, este es un libro de aventuras en el espacio, venga, “space opera” sin mayor pretensión que la de divertir. El autor crea un escenario, un puñado de personajes y los asienta firmemente. A partir de ahí, empieza a construir encima diferentes tramas. Con eso, tenemos la premisa de, por ejemplo, una fantástica serie de televisión al estilo de la maravillosa Firefly. Los personajes son carismáticos e interesantes, las trama engancha rápido. Incluso se le pilla  cierto cariño a la destartalada nave.

Claro, con esto, que nadie espere grandes reflexiones sesudas ni graves analogías sobre el vacío del alma humana ante el vacío insondable del espacio. Esto va de correr de aquí para allá de un lado del cosmos al otro pasando de un peligro a otro. Eso no quiere decir que no exista, por ejemplo, un discurso antibelicista o una llamada de atención ante el paulatino recorte de libertades y derechos sociales de los pueblos. Pero en general, es un libro en el que explotan cosas, los alienígenas del ejército enemigo traman oscuros planes y a nuestro héroe todo el mundo le hace la puñeta por hacer lo que se tiene que hacer (aunque no tenga que ver con el deber, y sí no el honor y lo que es justo).

SATSHIP: MOTÍN se lee de un tiró, se disfruta durante toda su lectura y deja al lector enganchado. Se le podría pedir más, pero a lo mejor perdería algo de su encanto por el camino.

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